Reseña de la obra Interpretando a la víctima (Gruta del Helénico Viernes 8:30, Sábado 7 y domingo 18 hrs. $200 sin descuento alguno)
Copyright Carlos Vidali Rebolledo
La Unión Soviética se desmoronó, y en Rusia se heredó una enorme riqueza que había sido controlada por un estado policíaco, represor, cínico, castrante, despótico, limitante para el desarrollo del individuo y de la sociedad, opresivo..., bueno, en suma, un estado como todos los demás estados, con la diferencia de que la economía estaba dirigida al beneficio de toda la sociedad y no al beneficio de una pequeña élite --en teoría al menos, lo que ya es bastante, porque el que sea aceptado por todos que el estado está ahí para beneficiar al individuo antes que a la sociedad es vergüenza neoliberal, como dice Theodore Sturgeon, en Los cristales soñadores "primero hay que proteger a la especie, luego al grupo y luego al individuo, porque si se da prioridad a éste último, el grupo y la especie peligran" así nos lo demuestra la debacle ecológica que se avecina; pero ahora Rusia, afortunadamente, es uno de los países que cuenta con la mayor cantidad de multimillonarios (herederos) y una libertad democrática mucho mayor que una gran cantidad de países del mundo...
En el estado polarizado que dejó de ser la Unión Soviética para convertirse en una pléyade de países "libres" e "independientes" vive Valia (Antonio Vega), no uno de los tantos millonarios, sino un joven treintón (?) que dejó de comer surimi porque los letones se mean y se masturban sobre los cargamentos dirigidos a Rusia, país al que odian, pues los invadió antes que los nazis (Letonía, por ejemplo, es un país reaccionariamente católico donde, afirman sus líderes, los matrimonios entre personas del mismo sexo son lo mismo que si un hombre o una mujer decidiera casarse con un perro).
Valia dejó la universidad por cierta apatía existencial que al parecer comparten sus coetáneos y se dedica a representar a la víctima en las reconstrucciones que hace la policía de asesinatos, en el lugar de los hechos. Un trabajo digno, pero que como todos los empleos en Rusia tiene una relación estrecha con corrupciones y mafias, y los tres (o cuatro) crímenes que reconstruye Valia puede o no ser sintomáticos de la decadencia rusa, que los dramaturgos (los hermanos rusos Plesnyakov) buscan retratar mediante una farsa, a veces macabra.
Los crímenes consisten en asesinatos o intentos de asesinato, uno de los presuntos responsables trata de matar a una mujer en un baño y luego sacarla en pedacitos en una bolsita del super, a otro se le presenta la posibilidad momentánea de ser liberado mediante un acto de corrupción del sargento Seva (Roldán Ramirez, quien pronto dominará la técnica actoral), el cual tiene claro que sin estudios superiores no podrá avanzar socialmente y al que tienta Valia para lograrlo sin esforzarse mucho; otro le revienta dos balazos en la nuca a su mejor amigo de la secundaria por burlarse de su modesto negocio (lavacoches). Los criminales son interpretados con maestría por Héctor Holten, que logra dotar a cada uno de una personalidad independiente: Ana Graham, representa a las testigos de tan terribles hechos en una actuación un poco aburrida. El que conduce la investigación es el Inspector (Enrique Singer) que representa a la vieja guardia soviética y que si bien es corrupto, borracho y promiscuo (se echa fuera de escena un round con la sexy Sargento Lyuda, Maricarmen Nuñez), está muy preocupado porque esta generación de jóvenes sin moral alguna --más allá de la ganancia rápida--, son los que manejan los reactores nucleares, los aviones que heredaron del Ejército Rojo y la educación infantil.
Valia vive con sus padres, que son Enrique Singer (en una vis cómica que poco le conocíamos) y una Ana Graham de un mal humor insoportable (el mejor de sus personajes), ambos padres tienen un bagaje cultural distinto, lo que no les impide haber vivido juntos más de 30 años, a éstos los vemos casi siempre como a Nell y a Nagg (los padres de Hamm en el Fin de partida de Beckett) dentro de una especie de cubículos en los que no se les ven las piernas, parecen decir como Nell, "nada es más gracioso que la infelicidad"..., personajes profundamente mutilados y por lo tanto cautivos... se les dificulta domar a su hijo que ha aprendido todos los trucos para zafarse de cualquier tipo de responsabilidad (doméstica o laboral), porque sabe desde joven que "para que no te castiguen más, tienes que hacerlos creer que ya te están castigando lo suficiente".
Ls actuaciones de Holten y Singer son memorables y la solución del espacio escénico me parece correcta, la iluminación tiene un momento notable (cuando la misteriosa mujer japonesa canta una canción con cómico virtuosismo) y la escenografía, aunque espartana, es efectiva. La "coreografía" o el trazo cae en una persecución gratuita, pero hay pocos movimientos innecesarios; en general, se asistirá a la puesta divertida e inteligente de un buen texto.
4 de cinco estrellas.
No comments:
Post a Comment