2008-06-02

¡Cuidado con la cabeza! (¡que la pierdes!)

El monstruo de Amstette ha vuelto a poner a Austria en el mapa, después de que se descubrió que su primer ministro en los años 80 era un nazi convicto, después de que ganó el premio nobel de literatura una escritora que se regodea en la crueldad y la sexualidad enfermiza, después de que fue en Austria donde nació Hitler y el usurpador Maximiliniano, y donde nació el psicoanálisis, que a muchos todavía parece una práctica perversa...
¿Le tienen miedo a pocas cosas pues los austriacos? Lo han visto todo, los rodean y los formaron los pueblos más sanguinarios y los más ilustrados (Rumania, Alemania, Prusia, Grecia, Italia, Serbia, Chequia, Eslovaquia, Bohemia), son católicos, no dejaron entrar al hereje calvinista, ni al luterano, ni al mahometano, tienen pacto directo con Dios, a través del Papa.
En Cabeza Muerta, un padre ha encerrado a su hija y abusa de ella, no la deja crecer, no la deja desarrollarse, no la deja ver la luz del día, y ella, ya convencida de que el encierro le conviene, tampoco quiere salir, se siente cómoda y segura en su prisión (el Síndrome de Estocolmo...), a veces, a veces no, a veces recuerda a su madre con odio y a veces con amor, a veces quisiera estar enamorada, a veces quisiera que se le rompiera el corazón, pero no sabe lo que es eso, o lo sabe demasiado bien, a veces quisiera que una bruja la protegiera, la bruja que es su misma madre, su padre no hace sino que quejarse, "me manché el zapato, lo metí en un charco, rompí un hielo que se estaba formado y mira"..., no tiene mucho que hacer el viejo, excelentemente interpretado por David Hevia en esta lectura dramatizada que bien podría ser una puesta en escena con toda la barba, como Hevia, que se ha convertido en un actor que controla la voz de manera fantástica. Daniela Reza, a la que dirige, imponente en su presencia y en el registro de su actuación, que pasa de los gritos a los susurros permitiéndonos oír sus lineas con una claridad y una simplicidad que se agradecen, por un lado por decir lo terrible de manera comprensible y por el otro por hacer poético lo terrible.
Hay un olor, que en cuanto entra el padre a la habitación le preocupa, claro, hay algo podrido en en Austria ¿será este catolicismo falso y cínico que además existe en todo país donde se impone? ¿Será la imposibilidad de trascender la relación edípica y el tener que seguir la vida como si nada, mientras todo esta podrido y se destruye (¿afuera?)? La hija siente que lo que toca lo destruye, lo afea, lo ensucia, ella está sucia, ensuciada..., el hermano también está allí para tener relaciones sexuales con la hermana, el hermano abortado (¿una fantasía?), para no permitirle caer, como la madre, pero no la acompañan, no hay compañía, sólo hay un viejo cabrón que se aprovecha de ella y al que no puede contraatacar como debiera porque es su propia creación, sólo se deja hacer, se deja ser, en el otro, y no en sí misma.
Se da la casualidad de que la puesta (la apuesta), la lectura, coincide con el descubrimiento de el monstruo real, Warum? ¿Por qué? Bueno, la magia del teatro, bueno, ¿Cómo pudo aguantar tanto la hija? ¿No era un poco cómplice ella también? ¿No podía haberle atizado al viejo en la cabeza en un momento de distracción y liberarse? Warum? En la obra queda claro que ella no sólo es víctima de su encierro, también es cómplice, el viejo ya ni sabe si está soñando o no, Fritzl, el encerrador (de la no-ficción), dijo a un tabloide que lo entrevistó en su celda aislada: "el incesto se convirtió en una adicción" y en un detalle coincidente con la puesta (que no es una puesta, es una lectura dramatizada aunque parezca una puesta...) dice: "llevaba flores a mi hija...", lo mismo que hace el personaje... un hombre que lleva flores a una mujer de alguna manera busca atraparla, enredarla, o ¿eso siente la mujer? o ¿eso cree el portador de flores? La mujer que recibe las flores corre el riesgo de matar su cabeza, su pensamiento, porque se cree que se puede enamora, pero también puede ser esa su mayor felicidad, la alegría de sentirse adorada como un ser sobrenatural, como un muerto al que después de todo se le ama profundamente, aunque no exista, aunque exista sólo en la mente, aunque sea en la mente de una sola persona.
Las actuaciones y la dirección son magníficas, Hevia hizo un gran trabajo en la selección de actores y esperemos ver esta obra ahora pronto en un montaje todavía más acongojante que este "drama leído", como dijo el director al terminar la "función".

Cabeza Muerta se presentó como lectura dramatizada en el Teatro El Granero el 5 y el 12 de mayo de 2008 con las actuaciones de David Hevia, Daniela Reza, Gabino Rodríguez y Mónica Jiménez.

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